Qué aprender sobre el futuro de la IA de tu robot aspirador - 3gh

31 agosto, 2022
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Seguramente, en algún momento, todos nos hayamos planteado comprar un robot aspirador para evitarnos el trabajo de limpiar el suelo de nuestras casas, y que, en este caso, una máquina que funciona con IA pudiera hacerlo por nosotros.

Sin embargo, los puntos positivos que tiene la compra de un producto que evite que tu trabajes más de la cuenta, también ha generado dudas en la población en cuanto a la capacidad que tienen estos dispositivos electrónicos para espiar, aspirando datos junto al polvo del suelo.

Hace unas semanas compré un aspirador robótico para mi casa junto con un limpiador a juego. Ambos estaban programados para moverse por las diferentes habitaciones de la casa, limpiando por los espacios que se desplazaban.

El día que me llegaron los robots, lo primero que hice fue probarlos y rápidamente me sorprendí por el cambio que había sufrido el suelo de mi casa una vez que los dispositivos habían hecho su función.

Un día, cuando volví del trabajo me di cuenta de que uno de mis robots aspiradores había desaparecido. Una de las puertas de mi terraza se había abierto, el robot había interpretado que tenía que limpiar el suelo y acabó en el patio trasero, rodando desde lo alto de mi terraza. Eso sí, sus ruedas seguían girando aun teniendo los cepillos obstruidos por hojas, insectos y barro.

¿Qué conclusión obtuve con esta situación? Los límites de la inteligencia artificial. Este tipo de dispositivos han sido creados para funcionar de manera totalmente racional: “para limpiar cosas sucias”. El problema, es que, en algunas situaciones, a los robots les resulta complicado leer el contexto en el que se encuentran.

Leyendo a cerca de este tema, di con una noticia en la que hablaba sobre una polémica acerca de la IA que había surgido en Silicon Valley. Hace unas semanas, Blake Lemoine, un ingeniero de software sénior de la unidad “IA responsable” de Google, publicó una entrada en su blog en la que afirmaba que podría ser despedido por un trabajo que estaba investigando a cerca de la ética de la IA.

Además, por lo que seguí leyendo en la noticia, Lemoine se puso en contacto con expertos en este tema totalmente ajenos a Google para asesorarse. Por consiguiente, fue suspendido de sueldo por violación de las políticas de confidencialidad.

Por el lado de Google, afirmaban que la IA no era sensible, sino que estaba bien entrenada en cuanto al lenguaje y expresar lo que había aprendido. Sin embargo, en el “bando” contrario, Lemoine afirmaba que la empresa estaba siendo “irresponsable con una de las herramientas de acceso a la información más poderosas jamás inventadas”.

Esta situación hizo que llegara a plantearme la siguiente cuestión: debe haber un gran debate final sobre quién fijará las decisiones éticas que tendrán que tomar los robots. Es innegable que los robots están siendo equipados con una inteligencia que cada vez es más potente. Lo que, por otro lado, plantea una serie de cuestiones éticas y filosóficas.

Eric Schmidt, antiguo responsable de Google, comentó en un evento organizado por el Financial Times hace unas semanas que “esta tecnología de IA es poderosa y mucho más potente que las redes sociales, así que tenemos que adelantarnos”. Schmidt predice que pronto no sólo existirán robots diseñados con IA diseñados para resolver problemas siguiendo una serie de instrucciones, sino también otros provistos de “inteligencia general”, teniendo la capacidad para responder a nuevos problemas que no se les pide que resuelvan, aprendiendo unos de otros.

Una de las prioridades es garantizar que las decisiones éticas sobre la IA no sean tomadas únicamente por “la pequeña comunidad de personas que construyen este futuro”, en palabras de Schmidt. Centrarnos más en la inteligencia aumentada, en el sentido de encontrar sistemas que faciliten a los humanos la resolución de problemas. ¿Cómo? Un buen comienzo sería combinando la IA con la “inteligencia antropológica”, es decir, la humana.

La inteligencia artificial supondrá una revolución para sectores como la sanidad y la educación, entre tantos otros. Sin embargo, por ahora, procuraré mantener la puerta de mi terraza cerrada.

 

 

 

 

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